22 feb 2010

"Otra vez en el desierto, ¿te imaginas?"

No. No podía imaginarlo, sin embargo hoy lo vivo. Y también lo escucho.

Es una noche clara y nublada.
Los grillos son el coro de unos gallos sopranos muy desafinados y muy madrugadores.
A través de la cortina vecina, una imagen en la pantalla de un televisor.
Abajo (o arriba) la mujer grita frenética pasión.
A lo lejos, montañas de arena asoman tímidas las siluetas sinuosas.

Alguien está fumando en mi ventana.

16 feb 2010

Hace tiempo

Fui prisionera. No sé si era una guerra (si lo era, definitivamente era civil). Me encontraba en un país del medio oriente. Mucho calor. Mucha pobreza. Mucha violencia. Todos estábamos agrupados no sé con qué criterio. Éramos muchos y estábamos custodiados por hombres armados. Desde donde me encontraba podía ver a un hombre delgado tendido sobre la tierra, de cara al piso, muy mal herido. Un hombre junto a él portaba un gran fusil. Yo temía mucho por el hombre. Lo quería mucho. De pronto escuché gritos hacia mi izquierda, unos metros más allá. Uno de los custodios al parecer había perdido la paciencia con uno de los prisioneros. Le disparó. Esto originó una explosión. Fue pequeña, sin embargo fue suficiente para matar al hombre armado y herir a los que se encontraban cerca. Fue en ese momento que empezó una gran confusión. El resto de guardias se pusieron muy inquietos. Caminaban de un lado a otro sin saber qué hacer. Muchos de los prisioneros se pusieron de pie, al menos los que no se encontraban heridos. Aprovechando esta confusión empezé a alejarme arrastrándome sobre la tierra tibia. Quería llegar al final del grupo. Logré hacerlo y para este momento los guardias se encontraban ya muy molestos. Uno de ellos le disparó a alguien cerca a donde yo había estado. Nuevamente algo explotó. Pero esta vez, la explosión desencadenó otras explosiones simultáneas. Traté de levantarme pero por miedo a que me vieran regresé a mi posición original. Logré avanzar un poco y felizmente las explosiones no me hirieron. Se levantó una pared de polvo la cual aproveché para ponerme de pie y correr hasta el final del grupo de gente. Ahora me encontraba junto a unos árboles. Escogí uno de ellos para esconderme. No era suficiente. Tenía que agacharme una vez más. Desde ahí logré ver nuevamente a aquel hombre por quien sentía mucho cariño. Quería correr hacia él, pero era muy peligroso.

Una niña se me acercó y me dijo que sabía cómo salir. La seguí. Pasamos cerca a un grupo de niños prisioneros también. Eran al menos doce. La niña de cabello largo y piel canela corrió hasta un muro; junto al muro había una hendidura en la pared que pasaba desapercibida. Se detuvo, se colocó de costado a la pared y pasó por una ranura delgada. Yo hice lo mismo y entré a un túnel. No era muy ancho ni muy alto pero suficiente para una persona. La niña volteó y me dijo "corre". Corrí tras ella. Extrañamente el túnel no era muy oscuro. De alguna manera se mantenía vagamente iluminado con lo que imagino era luz natural. El túnel serpenteaba un poco antes de llegar a una puerta de madera improvisada con tablones anchos. La niña y yo la jalamos y tras ella había una segunda puerta que se habría hacia afuera. Al cerrar esa segunda puerta nos encontramos con una tercera puerta, pero ésta daba hacia una tienda. La niña salió primero. El dueño de la tienda era un señor delgado, de edad avanzada, no tenía mucho cabello pero sí un bigote muy cano. Yo me encontraba muy confundida pero él no pareció extrañarse al verme salir. La niña caminaba delante mío y la seguí hasta salir de la tienda.

Afuera el cielo estaba muy celeste. Miré hacia la puerta por la que habíamos salido y lloré. Me sentí libre e impotente. En mi mente podía ver al hombre delgado, su ropa polvorienta. Pensé en mil maneras de volver y traerlo conmigo. Lloré aún más sabiendo que no podía volver.

Algún tiempo después la niña y yo conversábamos y sonreíamos, vestíamos ropas muy limpias. Al pasar junto a una persona con una herida en el muñón en el que terminaba su pierna incompleta no pude evitar cerrar los ojos al recordar los horrores de tiempos pasados.

Era un día soleado muy hermoso. El camino de tierra se encontraba un poco húmedo por la lluvia de la noche anterior. La niña vestía de rojo. Caminamos una junto a la otra muy tranquilas cargando un cesto con muchas flores que iríamos a vender.

13 feb 2010

Curioso muy curioso

Caminaba entre mucha gente desconocida. Todos ellos miraban hacia un estrado. Probablemente alguien a quien ellos admiraban y adoraban estaba presentando un espectáculo muy interesante. Sin embargo yo caminaba de cara a ellos, mirándolos a todos. Me di cuenta que era la única que no compartía ese fervor.

Poco a poco me iba alejando de la multitud caminando en sentido contrario a ellos. Había estado tan concentrada en los rostros y reacciones de los demás que parecía haber olvidado que tenía en brazos a una niña. Era una niña pequeña, de aproximadamente un año de edad. Seguí caminando hasta llegar a unas bancas parecidas a las que se ven en las iglesias. Decidí sentarme en la penúltima banca y al hacerlo vi a un hombre alto y algo corpulento de pie junto a lo que parecía ser la puerta de entrada al local donde me encontraba. Nos miró a las dos.

Senté a la niña en mi falda. Me percaté de su piel algo cobriza y al mirarla a los ojos ella me sonrió. Ella inclinó su cuerpo hacia atrás y yo de manera muy natural y casi automáticamente levanté mi blusa y le di mi pecho para que se alimentara de él.

Lo extraño de esto es que al despertar tenía una sensación extraña, casi incómoda. Podía sentir la piel al rededor del pezón más sensible que nunca antes.